En la lejanía montañosa de la cordillera Cantábrica se encuentra el lugar elegido por la Gran Proto-Madre Ardvisura Anahíta para dar, entre el 1961 y el 1965, unos de los mensajes más importantes para los destinos de la humanidad y la Tierra.
Su nombre es San Sebastián de Garabandal, una pequeña aldea retirada y semi-abandonada, erigida entre las colinas de Peña Sagra, cuyo nombre significa la Montaña Sagrada.
Ochenta casitas humildes de piedra y madera, de construcción sencilla, amontonadas una encima de otra. Un lugar casi inaccesible, comunicado con los alrededores por senderos de tierra y piedra transitables solo con asno, caballo y toro.
El pueblecito de Garabandal vivía fuera de la civilización. Sin alcantarillado, electricidad ni automóviles. Sin comodidades ni lujos, pero la gente era feliz, no necesitaban de nada. Sus habitantes permanecían como una gran familia, trabajando de la mañana a la noche en el campo, y ayudándose unos a otros.
La Madre Divina eligió este lugar porque para las gentes sencillas de allí les era más fácil abrir los corazones. Todo el pueblo vivía en otra dimensión, en otro espíritu y con otra fe.
Las laderas de sus montes están habitadas por caballos salvajes, ovejas y bondadosas vacas que mugen dando la bienvenida a los peregrinos que visitan el lugar. Un verde fresco e improfanable cubre los bosques y prados durante las cuatro estaciones del año.
La Proto-Madre de Garabandal: Ardvisura Anahíta
Los orígenes del pueblo son misteriosos, desconocidos por la historia oficial. San Sebastián de Garabandal parece ser un lugar señalado de lo alto desde tiempos anteriores al período de las apariciones. Por sus tierras anduvieron gentes que no se sometieron al imperio de Roma, y por ello se guardaron los trazados de la espiritualidad puramente teomaternal con la que vivieron sus primeros pobladores.
De la cima más alta de Peña Sagra (la Montaña Sagrada) brotan siete fuentes lácteas que dan la vida a los bosques y prados que rodean San Sebastián de Garabandal. La más importante de estas fuentes fue llamada Fuente del Carro. Las siete fuentes parecen reflejar sus orígenes celestiales, como si estas hubieran sido descendidas desde la misma galaxia de la Vía Láctea, de las siete estrellas que componen el Carro de la Osa Mayor, reconocido desde tiempos inmemorables por las antiguas civilizaciones como la morada celestial de la Madre Divina.
En el centro de la espiritualidad de aquellos primeros habitantes de San Sebastián de Garabandal se hallaba la Diosa Madre. Sus orígenes no eran cristianos, ni tampoco celtas (!), su origen era intergaláctico, de una civilización que excluía por completo el mal. Su nombre original era conocido en la Edad de Oro y ha llegado a nuestros días a través del zoroastrismo: A r d v i s u r a A n a h í t a, cuyo significado es, la fuerza multiplicada de la inmaculadez.
Fue ella misma quien se reveló en Lourdes con el nombre de “Inmaculada Concepción” y la misma que se ha aparecido, en el transcurso de esta civilización mezclada, por toda la Tierra con incontables nombres que reflejaban su virtud principal: l a I n m a c u l a d e z.
Los lugares tocados por Ardvisura Anahíta se convertían en sagrados y en todos ellos nacían fuentes de aguas milagrosas de la concepción inmaculada.
Garabandal no fue menos. Algunos de los ancianos recuerdan lejanamente las historias que les contaban sus padres y abuelos acerca de milagros y curaciones espontáneas de personas enfermas después de ser lavadas con las aguas de las fuentes de Garabandal.
Símbolos de las casas
En casi todas las casas del pueblo hay símbolos grabados en sus paredes de piedraLos dibujos, desgastados por el tiempo, pasan casi desapercibidos. Son motivos puramente cátaros, muy similares a los esculpidos por antiguos pueblos bogomilos. Las representaciones muestran: cruces, cálices con hojas de laureles, castillos, leones, vegetación, astros que brillan, círculos y espirales, y personas acompñadas con animales de compañía.
Se desconocen la fecha en la que se tallaron. Los arqueólogos creen que formaron parte de las casas contruidas por los celtas y druidas que habitaron la zona. Las casas que actualmente hay en Garabandal se construyeron usando las rocas de esas primeras constucciones celtas, añadiendo nuevas piedras que se encontraron por la zona.
A este lugar milagroso, uno de los últimos confines paradisíacos del mundo, vino la Madre Divina.
Cuatro chicas de entre 11 y 12 años: tres con el apellido González, Conchita, Jacinta y Mari Cruz (aunque no son familiares) y la cuarta Mari Loli merecieron durante más de 4 años las apariciones diarias de la Reina Celestial (¡en total más de 2.000!).
El pueblo como altar sagrado
Personas de todo el mundo visitaron el lugar valorando lo excepcional de las apariciones que estaban ocurriendo en San Sebastián de Garabandal. Llegaron a juntarse entre 500 y 3000 personas diarias. ¡El pueblo entero se convirtió en el altar sagrado tocado por la Madre Divina! Casi la totalidad de las más de 2000 apariciones, marchas extáticas, revelaciones y curaciones sucedieron entre las paredes de esta pequeña aldea. A diferencia de otros importantes lugares de revelación (como fueron Lourdes, Fátima o Medjugorje) en Garabandal la Reina Celestial se paseó por todas y cada una de las calles y plazuelas de la aldea.
Hasta el día de hoy, un silencio sagrado y una paz profunda inundan las callecitas estrechas de Garabandal. El pueblo se mantiene igual, como si después de haber sido visitado por la Reina Celestial no hubiera pasado el tiempo y la aldea esperase de nuevo sus apariciones.
Los éxtasis y los desfiles de la teocivilización
Los éxtasis y marchas extáticas fueron absolutamente estremecedores. Las niñas permanecían en éxtasis incesantes que podían durar desde media hora hasta varias horas. A veces sucedían más de una vez al día. Después de varias llamadas que todas sentían en su interior, se envolvían en un arrobamiento extático solar y ante sus ojos desaparecía el orden mundano. Salían corriendo dejando sin terminar cualquiera de las labores que estuvieran haciendo (en la escuela, la casa, el campo…) y se dirigían al lugar donde la Madre Divina les indicaba.
Muchas veces las cuatro niñas ascendieron y descendieron en marchas extáticas el sendero llamado La Calleja. Un camino empedrado irregularmente con piedras puntiagudas sobresalientes que une la aldea de Garabandal con el claro de los pinos donde se dieron algunas de las apariciones, en la cima de la colina.
Eran claramente guiadas. Cogidas de brazos, con los rostros elevados a lo alto y sin mirar el suelo, subían el camino abrupto a una velocidad que hacía imposible que se las pudiera seguir. En marchas nocturnas y diurnas ascendían sin tropezar por los desniveles del terreno y las incontables rocas del camino.
En ocasiones los testimonios presenciaron el descenso de las niñas de espaldas a la pendiente. Los testigos afirman que sus piececitos parecían sobrevolar los obstáculos puntiagudos con los que se encontraban.
¡Eran los desfiles de la Teocivilización!
Ardvisura Anahíta: La luz de otra civilización
Durante esos episodios sus rostros se colmaban de una luz y alegría no terrenales. Los cuerpecitos de las pequeñas se envolvían en una nube celestial. Entraban en otro orden.
Ante la mirada atenta de la muchedumbre las niñas permanecían casi sin pestañear. Sus rostros estaban dirigidos a lo alto, hacia la Madre Celestial. Solo la veían a Ella, Su belleza era imposible de olvidar. Su resplandor era tan grande que les impedía ver y oír nada del mundo terrenal, ante Ella se les descubría otra visión y oídos.
A través de los ojos de aquellas cuatro chicas los testigos podían ver la belleza de aquello que les era invisible. La expresión de sus ojos era de un demente amor.
Según el testimonio de los testigos oculares era casi imposible sostener la mirada de las caras de esas cuatro niñas, tanta luz derramaban sus rostros. Observándolas a ellas, uno podía imaginar qué luz se emanaba del semblante original de la Reina Celestial.
Una de las ancianas del pueblo recuerda lo sucedido con ojos humedecidos de enternecimiento: “Sus frágiles cuerpecitos se transfiguraban durante los éxtasis. Poder verlo fue de un belleza indescriptible”.
El semblante de la verdadera Virgen de Garabandal
Las apariciones no podían ser de la misma Virgen de Garabandal de “cara avinagrada, nariz larga y rasgos oblongos” que había sido representada en tarjetas de oración, rosarios y souvenirs. Las niñas coincidían: “¡No había ningún parecido!”.
La luz increada imprimida en las caras y expresiones extáticas de las cuatro niñas hablaba por sí sola. Esa luz solo podía provenir de Ardvisura Anahíta, la Mujer Envuelta en el Sol, Madre del universo de la Inmaculadez Original. Ella pertenece a otra civilización y los arrobamientos que experimentaron las niñas al contemplarla manifestaron que la Madre Divina que se presentaba no pertenecía a esta civilización.
La fuerza multiplicada de la Inmaculadez
Con solo verla sus cuerpos se envolvían con Su sol. Sus brazos y piernecitas crecían en fuerza y se mantenían ora ingrávidas, ora como de piedra. En ocasiones caían de espaldas o hacia un costado contra el suelo, pero de sus labios no desaparecía la sonrisa.
Sus cuerpos parecían estar hechos de una sustancia que les imposibilitaba sentir el dolor, y hacerse rasguño alguno.
Las personas de su alrededor trataban de levantarlas sin lograrlo. Durante los éxtasis sus cuerpos aumentaban asombrosamente de peso. En ellas entraba una fuerza inexplicable.
Uno de los habitantes del pueblo nos comentó una anécdota… En una ocasión una de las videntes recibió la llamada de la aparición de Madre Divina mientras se encontraba colocando una bombilla. En el momento de entrar en éxtasis se le quedó la mano pegada a la bombilla encendida por la electricidad. La teovidente estaba ruborizada sin darse cuenta del calor que de ella se desprendía. Varios jóvenes de 19 años intentaron despegar su manita pero no podían. El calor que quemaba a todos en la niña parecía no tener efecto. Pasados unos minutos en ese lugar llegó otra de las teovidentes que seguía una marcha extática. Se dirigió ahí y pudo sin hacer esfuerzo alguno abrir la manita de su hermanita-teovidente.
Los Pinos
Las revelaciones al pueblo: La Madre de toda la humanidad
Todo el pueblo se implicó en las apariciones. Centenares de personas llegaban a Garabandal atraídas por las voces que afirmaban que, ¡la “Virgen” da mensajes por boca de cuatro niñas!
Pero lo que se encontraban superaba en creces lo que sus mentes hubieran podido imaginar. ¡La Madre Divina es tan simple y cercana! Abrazaba a las niñas, jugaba con ellas, les daba besos.
Incluso les enseñaba a rezar. Repetían sus palabras. Exteriormente eran las oraciones bendecidas por la institución oficial (que presenciaba de cerca las apariciones), pero interiormente se trataba del diálogo directo, abierto y sin intermediarios con la misma Reina Celestial. Cada una de las palabras que las niñas pronunciaba estaba llena de amor. Sus oraciones eran escuchadas.
En una ocasión, las palabras que salieron de las bocas de las teovidentes provocaron un gran desconcierto. Después de pronunciar la habitual oración “Santa María, Madre de Dios…” sus labios añadieron “…y Madre Nuestra”. El silencio primero se convirtió en un gran rumor, a medida en que los asistentes asimilaban estas últimas palabras. Poco a poco entendían: ¡se trataba de Su Madre!
En posteriores entrevistas a las niñas, cuando se les preguntaba con expectación: “¿Cómo habían podido decir al unísono esa frase?” Respondían: “No lo sabemos, fue de repente. Mientras pronunciábamos las palabras “Santa María, Madre de Dios…” sentimos que Ella también era nuestra Madre, queríamos que lo fuese, y añadimos “… y Madre Nuestra”. La misma Madre Divina les contó a las niñas que le gustaba que la llamasen así, pero que hasta el momento este nombre no era aprobado por la Iglesia.
¡Los testigos estaban ante las apariciones de una nueva Virgen, desconocida para la mayoría! Que no visitaba iglesias ni altares, ¡sino al pueblo! Diferente a la de los iconos, ¡viva! Y que no se hacía llamar con las habituales formas de la fe, ¡sino con el nombre de Madre!
Muchos de los que se encontraban en Garabandal merecieron las revelaciones personales de la Madre Divina, sin distinción de condición social o inclinación religiosa: creyentes, ateos, laicos, la gente humilde y sencilla, los pobres, enfermos y sufrientes, madres, niños y ancianos.
Uno de estos episodios lo protagonizó un protestante. Quedó sorprendido con las marchas extáticas de las chicas y con sus caras, iluminadas con la luz solar durante la revelación. Y en el momento de la revelación pidió a las chicas que la Madre Divina le bendijera. Conchita González se puso de rodillas y preguntó: “Madre Divina, ¿puedes tú bendecir a este protestante que ha llegado al lugar de la revelación? Él pide tu bendición”. La Madre Divina respondió: “Claro, él también es mi hijo. Obséquiale la cruz”.
Estos episodios demuestran que en Garabandal no se apareció la madre particular de una u otra religión, que acepta a unos y rechaza a otros en caso de no hacerse su hijo, sino que en esa pequeña aldea cántabra se reveló una Madre que estaba por encima de todas estas distinciones, por encima del espacio y el tiempo. Era una Madre conciliar capaz de unir a toda la humanidad, era Ardvisura Anahíta.
Milagros y curaciones
Durante los éxtasis de Garabandal las niñas abrían valientemente las puertas de las casas, entraban en ellas y los milagros no tardaban en suceder.
Uno de los elementos principales en los éxtasis eran las colas de personas que querían que la Madre Divina besara sus objetos personales, después de ser besados por Ella muchos se curaban de graves enfermedades.
Al principio eran piedrecitas que las videntes recogían del suelo, acercaban a los labios de la Reina Celestial y repartían entre los asistentes. Pero en un momento la Madre Divina pidió que los asistentes empezasen a traerle sus propios objetos personales (collares, anillos, cruces, rosarios, etc).
¡Qué alboroto habría podido provocar entre los presentes, la mayoría de ellos seguidores de la fe cristiana, si en el centro de las curaciones y los milagros de Garabandal, en vez de haber objetos personales y de culto (cruces o rosarios), hubieran habido piedras (paganas)! De este modo la Madre Divina guardó a sus hijas-teovidentes.
Durante las revelaciones las niñas recogían en éxtasis todos los objetos sin saber a quién pertenecían, los acercaban a los labios de la Reina Celestial y después de ser besados por Ella los devolvían con precisión a sus respectivos dueños.
La fuerza de la inmaculadez y de la intachabilidad absoluta de Ardvisura Anahíta impregnaba los objetos. Es por esto que curaban y obraban milagros. Su inmaculadez protegía a las personas del mal. Después de casi 60 años de las apariciones, los objetos siguen curando enfermedades y están llenos de Su presencia.
Una las ancianas del pueblo nos contó su historia. Para disipar su incredulidad entorno a las apariciones decidió dar a las niñas el anillo de bodas que su marido tenía guardado en uno de los cajones de su habitación. Pero para asegurarse que las niñas no supieran que el anillo era de ella, se lo hizo llegar a través de un chico del pueblo, y pidió a la Virgen que de ser real todo le devolviera el anillo no a ella, sino a su marido.
En uno de los éxtasis una de las niñas videntes cogió su anillo, lo llevó a besar a la Madre Divina y ante los ojos como platos de esta anciana, la niña se dirigió con la cabeza levantada por el éxtasis y el rostro iluminado con una sonrisa hacia el marido que se encontraba en la última fila de la multitud de personas que rodeaban el acontecimiento. La niña le ofreció el anillo al marido de la anciana y este, pensando que su anillo estaba guardado en la cajonera de su habitación rehusó el anillo diciéndole a la vidente: “No, esto no es mío!”. La anciana nos contaba anecdóticamente y con alegría el gran avergonzamiento que sintió en ese momento viendo que el anillo en realidad era suyo, y que las apariciones eran ciertas: “¡Sí, lo es, es tuyo, cógelo!”.
Experimentos
A Garabandal llegaron numerosos colectivos científicos que se encargaron de estudiar los fenómenos que estaban ocurriendo. Les hicieron experimentos buscando hallar pruebas que aclarasen la naturaleza de lo que ahí sucedía.
En varias ocasiones colocaron a las niñas separándolas en cuatro casas diferentes del pueblo, siendo vigiladas atentamente para que no pudieran comunicarse entre ellas. Los servicios que las vigilaban esperaban el momento en el que las niñas recibirían la llamada que les haría entrar en éxtasis para así corroborar que no se habían podido influenciar una a otra.
Aun estando separadas, todas ellas sentían la llamada previa, entraban en éxtasis y salían en el mismo momento de los lugares en los que estaban, reuniéndose en un punto del pueblo para, desde ahí, seguir juntas hacia el lugar que la Madre Divina les indicaba.
La Madre y el Niño en sus brazos
En varias de las revelaciones, la Reina Celestial apareció con un niño de hermosura milagrosa en sus brazos. El niño era insólito y hermoso. Extendía los bracitos, miraba con ojos bondadosos, llenos de cariño y prudencia. Las revelaciones con el niño eran las más esperadas para las teovidentes. Decían: “Hoy no vienes con el niño, Madre”.
Una de las testigos comenta que a veces la Madre Divina les daba el teoniño a las niñas para que lo tomaran ellas mismas en brazos. Las niñas pronunciaban: “Déjamelo un poquito, por favor, que mira, aunque he jugado con la tierra en el prado me he lavado los brazos para poder tomarlo hoy”. La gente de alrededor podía ver los gestos vivos que esas cuatro niñas pequeñas hacían al tomar en sus brazos al teoniño.
Esta imagen es una imagen absolutamente arquetípica. Nuestra galaxia recibe el nombre de la Vía Láctea. Y donde hay leche… es porque hay Madre y Niño.
Ardvisura Anahíta es la Madre Lactante. Su leche son los compuestos inmaculados segregados para alimentar al Niño. El Niño representa a cada persona de la Tierra que debe nacer de lo alto, de su Madre Celestial, y alimentarse de sus compuestos, para poder crecer y guardar la inmunidad.
Según las enseñanzas de Juan de San Grial, los dos arquetipos de la Madre y el Niño son también dos símbolos sagrados de la Tierra que se manifiestan en el proceso espiritual de cada alma. Independientemente de ser hombre o mujer en la Tierra hay madres y niños. Las madres son las almas preparadas espiritualmente para nutrir a otros, los niños, y los niños son aquellas almas que necesitan de la ayuda de las madres. A veces la misma persona puede ser, en algunas circunstancias, niño y en otras madre.
La noche de los gritos
En una de las revelaciones, la Reina mostró las calamidades futuras, causadas por la caída de la Iglesia. Fotografías grabaron el horror de las teovidentes.
Parecía que las niñas habían visto algo tan difícil que el corazón humano no sería capaz de resistir. Los gritos de las niñas resonaron por los valles de San Sebastián de Garabandal. El pueblo recuerda esa noche como una de las peores de su vida, la mañana siguiente todos fueron a confesarse porque creían que era el fin de los tiempos.
¡Oh, qué contraste hubo entre la máscara de impacto que apareció en las caras juveniles de las chicas y la alegría anterior! La Reina dio una revelación en la que habló de los crímenes cometidos por la Iglesia. Ninguna de las cuatro niñas se atrevía a relatar su contenido al sacerdote.
Los mensajes de Garabandal: la Bonhomización un millón de veces
Después de una serie de mensajes en el año 1963 la Reina Celestial comunicó a las niñas la profecía acerca del f i n de l o s t i e m p o s. Las personas se sobresaltaban: “¿El fin del mundo?” A lo que las niñas respondían: “No, la Madre Celestial dijo fin de los tiempos”.
La Madre Divina les dijo que antes habrá un Aviso que será visto por cada uno. Consistirá en lo siguiente: las personas verán (desde un enfoque luminocéntrico) las acciones malas causados a los prójimos y a Dios, y también cuántas obras buenas dejaron de hacer. Ambas visiones serán extremadamente dolorosas. Las lágrimas correrán de los ojos cual ríos.
El Aviso consiste en la c o r r e c c i ó n d e l a c o n c i e n c i a. A través de este muchos entrarán en razón y se transfigurarán casi al instante.
Después del Aviso vendrán los últimos tiempos que, tal y como especificó, no se trataba de una profecía sobre el fin del mundo, sino del fin de viejo orden mundial del mal, de la lujuria, la muerte, la mentira y la magia. La Reina Celestial avisaba “En la Tierra debe abrirse otro modo de vivir, en caso contrario mucha gente fallecerá, ya que la humanidad asimila el vicio y el mal como regla de vida”.
Pedía a la gente que no se contentasen con la visita al templo una vez a la semana y con la confesión como forma de hallar su indulgencia sino que debían cambiarse sustancialmente, hacerse espirituales y corresponder a los ideales del universo bondadoso.
Después de este período, seguirá el Gran Milagro. Los rostros de las cuatro teovidentes se iluminaron cuando la Madre Divina les dejó ver la belleza inaudita de la nueva Iglesia que aparecería en los días del Gran Milagro. ¡Sus ojos no podían abarcar tal luz! El Gran Milagro consistiría en que: en lugar de la Iglesia desacreditada y obsoleta vendría una nueva: ¡blanca, luminosa e inmaculada!
Las revelaciones del cielo ni comienzan ni acaban: salen fuera del tiempo. Hoy comprendemos como nunca: Los mensajes de Garabandal son propiamente cátaros… ¡La realización de la profecía cátara acerca del regreso de los cátaros (los buenos hombres) a la Tierra, es el cumplimiento del Gran Milagro de Garabandal!
Hoy en día Garabandal está en silencio, espera el Milagro que fue mostrado hace casi 60 años a las cuatro niñas… Pero el cielo no ha cesado de hablar.
El teovisionario Juan de San Grial lleva más de 35 años recibiendo las revelaciones de la Reina Celestial… Accedió a llevar la cruz de ser su visionario y difundir sus mensajes por toda la Tierra. Gracias a Juan de San Grial, hoy en día la misma Ardvisura Anahíta está gestando a la Iglesia Banca que aparecerá en cada rincón de la Tierra en los tiempos del Gran Milagro y que representará el Barco Blanco salvador para millones de almas naufragas entre las tempestades del viejo mundo.
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