Nuestra Madre Divina a través de Juan de San Grial, nos dice:

“Este mundo está encomendado a la Sabiduría. Glorifica en todo momento, incansablemente, a Tu Señora. Ella ES LA PUERTA al Reino de nuestro Altísimo, Aquella QUE RECUPERA AL HOMBRE EN SU MODELADO ORIGINAL, y multiplica en él los rasgos divinos.

Hijo mío,

¿Cuándo dejaré de llorar?….
¡Qué menoscabado está el hombre!

¿Dónde está el receptáculo de la divinidad?
¿Dónde está aquel que es capaz de dialogar con el Altísimo?
¿Dónde está aquel que es uno con el Padre?
¿Dónde está el infinitamente talentoso gobernador del resto de la Creación?
¿Dónde está el multiplicado en su descendencia espiritual?
¿Dónde está el hombre en las misteriosas contemplaciones de la Sabiduría? ¿Dónde está?

¿Qué tiene que ver esta copia descolorida con el rostro angelical del Teohombre del primer modelado?

Es importante comprender la gravedad de nuestra situación espiritual real. Y través de estos “dónde” podemos percibir la gravedad de esta situación.

“Profésate pertenecer al Reino y a los castillos del Santo Grial, no afectados por el remodelado de adaptación. Recibe de Mí la inmunidad y valentía del Nuevo Creador, para que te profeses un intrépido guerrero de la Santísima y abatas la cabeza de la antigua serpiente, llamada el pecado original, con sus malditos centros que imponen el mal, materialismo, masacres, vampirismo y odio. Un terrible campo cubierto de cuerpos de guerreros luminosos a los que devoran buitres. Esa es, hijo Mío, la imagen del mundo actual auspiciado por Lucifer.

Nuestra diferencia hijo Mío, está en el modelado original del Altísimo y de la Sabiduría, la Inmaculadez. Del pecado original, el maligno fabricó su universo desesperante. De la Inmaculadez original nace una nueva y luminosa tierra y también un júbilo infinito.

¿Cómo pudo ocurrir hijo Mío, que el pecado poseyera al hombre y cómo el maligno consiguió seducir al que fue modelado en la Luz y en una beatitud prístina? FUE UNA GRAN CATÁSTROFE. El árbol de la vida (la Inmaculadez original), se marchitó. El árbol del bien y del mal germinó tallos venenosos del pecado original.”

“Oh hijo Mío, es mejor no venir nunca a la Tierra que tomar este maldito veneno del pecado original. No es al pecado, hijo Mío, a lo que tenéis que renunciar, sino al Príncipe de este mundo y a sus maliciosas intrigas, señaladas por Mí: las almas que fueron arrastradas a la tierra con engaños, su desesperación en cuanto se acercaron a la tierra, el horror que se apoderó de ellas. Y un nuevo engaño. Una vez más Lucifer se disfraza de bondadoso, el lobo que finge ser oveja; se hace pasar por pastor misericordioso: le gustaría ayudar a las almas a realizarse en la tierra y para eso deben aceptar sus imágenes y olvidar su vida en los Cielos. “La tierra posee otros sellos y es necesario aceptarlos”. Una vez más las desdichadas almas se inclinan ante él y aceptan el pecado original como clave y escudo de su protección terrenal…

Olvídate de esta maldita quimera (Lucifer) y deséchale como una molesta sombra. Arrepiéntete de que en el pasado tu alma cometió un error tras otro, traicionando a nuestro Altísimo, por lo que cayó al reino de las tinieblas y cavernas abismales infernales. Arrepiéntete hijo Mío, de haber permitido al diablo realizarte el remodelado prohibido (el Altísimo no lo bendijo) y luego seducirte con una y otra de sus trampas. Y tú con sonrisa de niño, creyendo que sus artimañas son la ayuda que proviene de arriba.”

Pero ante la grandísima catástrofe, ante la grandísima dificultad de recuperar a sus hijos, nuestra Madre se muestra como lo que realmente es Ella: Omnimisericordiosa y magnánima. Y se reafirma:

“Amé tanto a la creación del Altísimo, que convertí su ignominia en beatitud. Dije: el Hombre ESTARÁ AUN MÁS UNIDO a nuestro Altísimo… Recordad mi profecía de miles de años: la gran calamidad (la introducción del pecado original en las almas, arrancadas del cielo a la Tierra) finalizará con un GRANDÍSIMO TRIUNFO de nuestro Altísimo. Será entonces cuando la creación se adornará con la belleza del Aposento Nupcial.”

Rosa de los Serafitas