
El camino se va haciendo al andar, a cada paso. Cada vez que tomamos una decisión —ya sea consciente o inconsciente— y actuamos de acuerdo a ella, estamos haciendo una elección. Con frecuencia pensamos que hay variedad de caminos y que todo es relativo, pero con facilidad podemos comprobar que esta variedad aparente se reduce en esencia a dos caminos: el camino de la multiplicación del bien, el que da buenos frutos, el del bien; y el camino opuesto, el del mal, cuya estrategia maestra es hacerse pasar por lo que no es. No son caminos virtuales, en nuestro momento presente estamos transitando inevitablemente por uno u otro. Preguntémonos con sinceridad, ¿para qué o para quién estoy haciendo esto?, ¿cuál es mi motivación más profunda, la no reconocible con facilidad?, ¿a quién o que se está beneficiando? o ¿qué espíritu estoy alimentando?. Algo trivial como las pequeñas decisiones que tomamos a cada instante, actos que en el día a día pasan desapercibidos, cobran gran importancia el camino espiritual cátaro. Forman parte de un trabajo de catarsis, que nos lleva a reconocer todo aquello que nos aleja de la bondad para poder desecharlo.
0 comentarios