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La Vida después de la vida

Administrador

27 noviembre 2018

 

[Basado en los seminarios desarrollados por Juan de San Grial y en la Palabra de la Madre divina revelada a él]

En oposición al pecado original  los cátaros abrían el Inicio Inmaculado. Si originalmente el ser humano hubiera tenido algo malo, no sería semejante a su padre Dios. El pecado original  fue una gran maldición contra el ser humano, para humillarlo y deshonrarlo.

Igual que nuestro Inicio es Inmaculado y no proviene del mal, siendo semejantes a nuestros Padres celestiales, tampoco nuestro fin es la muerte, la segunda maldición inculcada al ser humano.

 

Dice nuestra Madre: “La muerte no existía en la Tierra. Por definición tampoco existe en los cielos. La muerte es uno de los artificios más diabólicos inculcados por Satanás para humillar y deshonrar al ser humano. No os pido ninguna otra cosa tanto como la victoria sobre el miedo a la muerte. Sustituyo la muerte con el sueño de Dormición que se transforma en una elevación alta con el posible regreso al cuerpo anterior y renovado. ¡Olvidaos de los ciclos de nacimiento-muerte! Una vez os canséis y hayáis cumplido los plazos, subid al lecho de Dormición, guiados por mí. Santificaos, lavaos, elevaos al Aposento nupcial y regresad a vuestros cuerpos anteriores, enriquecidos con la experiencia de los celícolas, transfigurados. Bendigo estos ciclos para la vida del futuro…Yo aniquilo y borro las puertas de la muerte.”

No existe la muerte sino la Dormición, el sueño beato. Los difuntitos se asosiegan en el Sosiego Supracelestial. Están más vivos que los que quedamos en la tierra. No el muerto sino el difunto sosegado que se ha dormido con el sueño de la vida eterna.

Cristo y la Madre divina volvieron a abrir las puertas del ciclo: Dormición, Ascenso y Regreso, realizándolo ellos mismos. “Si Cristo hubiera muerto en la cruz, Jehová habría triunfado, ya que la muerte habría vencido hasta al más grande de los ungidos-cristos, y ¡qué decir entonces de los simples mortales! En la cruz, por merced del Altísimo y por mi intercesión, la muerte fue sustituida por la Dormición, una corta ascensión de tres horas y el regreso al cuerpo transfigurado. Al regresar, al levantarse del lecho de dormición–ascensión, Cristo se apareció a sus discípulos vestido de blanco, en las luces trirresplandecientes, ya como un dios descendido a la Tierra.”

 

El tergiversado “Se ha cumplido” exclamado por Cristo en la cruz, no significa la salvación de la humanidad por los méritos de Cristo, por su muerte como cordero ofrendado al dios para el perdón de los pecados. Sino que se ha cumplido el devolverle al ser humano la grandeza del inmortal, ya que consiguió volver a abrir las puertas de la Dormición y podemos pasar tras él.

Quince años después lo haría la propia María, subió al lecho de Dormición de la mano de Cristo, que permanecía junto a su madre como Ella permaneció junto a Él en la cruz. Y después, su ascensión y la vuelta como Defensora del género humano (ella nunca ha dejado de hablar ni de manifestarse).

 

Estos misterios fueron contemplados por el discípulo Juan y otros que estaban presentes, y predicarían sobre el lecho de Dormición en contra de la muerte, y subirían a él igualmente. No sería sino hasta 8 siglos después que se profanaría la divinidad de Cristo y de la Madre divina, siendo aceptados los evangelios sobre la muerte de ellos como simples mortales en contra de su dormición, ascensión y regreso: “Para los enemigos de Cristo era importante que Él sufriera y muriera en el Gólgota como un simple mortal. Los cuentos sobre la resurrección fueron creados para la muchedumbre y la nueva religión que se formaba para complacer al dios judío”

La inmortalidad se perdió tras el remodelado de adaptación sufrido por el teohombre, pero como solo pudo ser tocado un 15% de sus compuestos, sería absurdo pensar que no se puede recuperar ese porcentaje, que es tan pequeño frente al otro mayor, divino, del ser humano. Cristo y la Madre Divina abrieron esta posibilidad de recuperación venciendo Ellos mismos la muerte.

Tras ellos lo harían miles de cristos y teoengendradoras. Los ungidos, sin tener miedo a las torturas, a los sufrimientos o a la muerte, desafiaban a la iglesia romana y desenmascaraban abiertamente a su dios Bibl como enemigo del género humano. Los caballeros negaban la muerte comprendiendo que esta no existía. El miedo es el lenguaje del Todopoderoso-en-el-mal. En las primeras etapas del remodelado intentaba insertar en el hombre distintos tipos de miedos sin conseguirlo, porque el ser inmortal estaba colmado de júbilo y beatitud. Entonces introdujo el miedo a la muerte, la quimera más monstruosa inventada contra el ser humano, para intimidarlo y esclavizarlo definitivamente.

 

Conocemos a muchos vencedores de la muerte. Sus cuerpos son relicarios y emanan fragancias y óleos mírricos, o han ascendido con el propio cuerpo físico, como madre Eufrosinia, Serafim de Solovkí, Mijaíl Yershóv, Ivan Timofevich Suslov, Jacques de Molay, Juan de la Cruz, padre Sofrony…miles entre los buenos pueblos como los cátaros, bogomilos, cristoveres…, y millones anónimos, como muchas víctimas de las guerras y campos de concentración. La Tierra está llena de los cuerpos relicarios de los que han subido al Lecho de Dormición.

Pero todo esto ocurre sólo bajo las leyes del Arta (las leyes del Buen Univérsum) y Yasna (la realización de las buenas obras, de los esfuerzos para vivir en el Arta, para la transformación del propio ser). El vencedor de la lujuria y el mal se prepara para vencer la muerte con el sueño bienaventurado. Y los vencedores de la muerte se preparan para luchar contra el mismo dragón legendario y vencerlo.

“La muerte puede ser descifrada como la Medida cumplida para salir de la Tierra hacia otra dimensión. Vuestra Madrecita sabe cómo realizar el tránsito de una dimensión a otra. Calcula los ciclos para cada hijo que envía a la Tierra. Confiad en su Sabiduría.” Tengamos pues plena confianza y consagración a Ella. Al igual que llevamos Su gen de la Inmaculadez, llevamos el de la inmortalidad. Están ligados entre sí, no puede darse uno y el otro no. La divinidad no puede morir.

La muerte no existe. Es una gran transición de una dimensión a otra (Mozart comprendía esto cuando llamó a la muerte “amiga” y también muchos pueblos que no ponían a sus difuntos bajo tierra y esperaban su regreso (hecho que podía suceder en poco tiempo o en muchos años)).

Y en el lecho pasional que precede al de Dormición escuchamos a nuestra Madre: “¡Alegraos!, estoy con vosotros en todos vuestros días terrenales”. Estará junto a nosotros ese día de la transición, como lo estuvo junto a la cruz, para subirnos al lecho de dormición y guiarnos a la dimensión del Gran Amor.

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