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El rencor que nos prohibe el amor

Administrador

14 abril 2018

 

“El Amor da la vida y el rencor la quita”. 

Los cátaros vivían con el corazón encendido, su fuego cordial no se apagaba bajo ninguna situación. Incluso delante de la hoguera a punto de desaparecer de este mundo, el cátaro no cerraba su corazón, ni su llama se extinguía. Es más, su pálpito se prendía aún más y más. La consagración en el amor era su primordial objetivo. Su regla y espada siempre vencer con el amor y la bondad multiplicada. Ante cualquier situación conflictiva, violencia o golpe siempre mantenerse fieles al amor, nunca traicionar al puro amor.

Los cataros hoy en día siguen actuando sin rencor, no buscan venganza por lo acontecido, no señalan recriminando a los culpables de su exterminio, no juzgan a los inquisidores. ¿Cómo ellos han vencido el rencor? ¿Cómo no tienen resentimiento después de los acontecimientos tan terribles que tuvieron que pasar?

El enemigo de los bonshomes no reside solamente en la inquisición, ni en los poderosos sino en el espíritu del rencor que gobierna los corazones pequeños y débiles.

El rencor en la espiritualidad cátaro- bogomila es visto como la suma del mal acumulado. El rencor no es solamente un aspecto más de la oscuridad que habita en el interior del homo sapiens corriente, como puede ser la rabia, el odio, la ofensa, la autocompasión, la envidia o el juicio. El rencor se contempla como un pilar fundamental donde desgraciadamente se fundamenta el ser humano actual, producto de las megaciudades y la apatía. ¡Abramos los ojos a esta cuestión: “vivimos inconscientemente en el rencor”!. Parece que vivimos en el amor, en la solidaridad, en la armonía con nuestros seres amados y compañeros de trabajo, pero la realidad, por dura que nos parezca, es que vivimos mucho en el rencor.

Tomemos como ejemplo una supuesta bondadosa persona que siempre quiere ayudar, se ofrece para cocinar, colaborar en las tareas del hogar, servicial y alegre. Pero hay algunas cosas que no soporta. Aparentemente es una persona buena, ayuda y sirve, aunque de vez en cuando se desencadena en ella una furia incontrolable que la hace gritar, juzgar, se enfada, se encierra en ella misma, abandona todo y se aísla. No le toques en su punto débil porque, de pronto, de ella saldrá una fuerza desbastadora que puede ser capaz de llegar a tirar cazuelas y cuchillos al aire.

¡ Cuidado, ha salido la bestia que pacíficamente dormía en el interior!. Estaba relajada, nadie la molestaba, hasta que algo desencadenó una ira y un odio que nadie sabía que albergaba. Esto es el rencor, la suma del mal acumulado. Todas las situaciones en las que esta persona se ha sentido usurpada, no atendida, menospreciada, trabajando a regañadientes, sintiéndose víctima de las circunstancias, aceptando miedos, guiada no por el amor sino por la complacencia o el servilismo. Dirigida por una estructura de pensamiento que le hacía juzgar sin parar, ver injusto y actuar con prepotencia. Así mismo, buscando la justificación de la manifestación de su rencor encontrando datos razonablemente admisibles.

El rencor se acumula y constituye la base donde se sustenta el comportamiento del adamita mundano. Mira con los ojos del mal y escanea con su ojo rabioso. Esta mirada condiciona las relaciones, reaccionando con miedo, ofensa y autolástima, separando a la persona.

El amor es el hilo fino cordial que une a cada persona con su hermano. El rencor teje una telaraña que aísla, crea frialdad e hipocresía. Con cada persona que se comparte acumulamos cierto grado de rencor por situaciones del pasado o del presente. A veces, creamos una imagen de los demás, teniendo en cuenta lo que nos hicieron, lo que ocurrió y lo que siempre sucede, etc. De esta manera, el rencor impide avanzar en las relaciones, unirse verdaderamente, produciendo angustia, malestar, enfermedades y muerte interior.

¡Qué sencillo puede llegar a ser disculparse ante los demás por nuestro rencor!. ¡Nutrirse de las fuentes bogomilas de la conciencia del camino espiritual con frutos!. ¡Ni confesiones eclesiásticas, ni arrepentimientos comunes sirven para apagar este rencor! .

Primeramente, ver en profundidad que dentro de nosotros vive una persona desconfiada y rencorosa que se alimenta de la fuente de nuestra esencia. Mirar este rencor acumulado cara a cara,  guiados hacia la introspección por los ancianos blancos. No es cierta la ilusión de que en cierto escalón nos será borrado repentinamente este rencor. Tarde o temprano este rencor que habita dentro tiene que ser afrontado.

¿De dónde proviene este rencor?. Primeramente de nuestra educación judeo-cristiana que normaliza estos comportamientos rencorosos como propios de la naturaleza humana siendo aceptados como parte de la personalidad.

Los cataros veían de otra manera al hombre, no como un ser irremediablemente imperfecto, con miedos, tristeza, mal carácter, violento o hipócrita, sino como un ser divino circunstancialmente usurpado por un rencor impuesto.

Actuando no con el amor sino con el rencor acumulado, nos podemos volver defensivos, irritables, autolastimeros, exigentes, enjuiciadores, prepotentes o tiranos. Actuando con el amor puro, nos volvemos pacientes, misericordiosos, tolerantes, compasivos, comprensivos y bondadosos. De esta última manera, los cataros afirman que somos guiados por el espíritu omnibondadoso. De la contraria, actuamos con el espíritu vetusto, pobre y enfermizo.

El homo amores, la persona que vive en el amor, no se irrita ni se apaga ante una burla, golpe u ofensa. Su corazón está abierto y permanece leal a pesar de cualquier situación. Es sencilla, honesta y bondadosa. No espera ni desespera ante los demás. Tiene siempre en cuenta el bien común, actuando siempre en el concilio. Pide consejo humildemente y escucha fielmente. Comprende a cada persona, nutre, alimenta con su buena predisposición, su amable dialogo  y su alegría verdadera. Ve al prójimo como su hermano y lucha interiormente por el amor y la unión con él.

El homo amores es el prototipo de hombre y mujer solar que entrega lo mejor de sí mismo a cada instante, creando ahora la Nueva Civilización virginal, libre de todo, mal basada en un amor que se supera a sí mismo, enfrentándose a la batalla interior contra el rencor y saliendo victorioso a cada paso.

 

 

 

 

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3 Comentarios

  1. Macarena

    Amor como hilo fino invisible que nos une a otras personas… rencor como sentimiento oscuro de acumulación, que puede explotar incluso en seres aparentemente buenos y equilibrados… Estoy de acuerdo en la influencia de la educación judeo cristiana, de hecho últimamente reflexiono mucho sobre su papel en la repetición de patrones educativos con las hijas e hijos.

    Romper con esos sentimientos ‘traicioneros’ requiere esfuerzo en la apertura de la consciencia, y también saber mirar al otro con más pureza y confianza; creo que merece la pena, cualquier indicio de maldad, incluso en sus formas más sutiles es totalmente insano.

    Gracias por esta reflexión.

    Responder
    • Laura

      Así es Macarena. Agradecemos por tu comentario. Este es uno de los aspectos del camino espiritual: ser conscientes de cómo actúa nuestro rencor y no dar paso a que condicione nuestras relaciones.
      Día a día tenemos nueva oportunidad para introspectivamente conocer la cocina interior de como el rencor vive aún en nosotros: cerrando nuestros corazones, quitándonos la paz, enviándonos malos pensamientos cargados de juicios, creando distancias, robándonos la mirada pura y la alegría. Afortunadamente en el camino espiritual trabajamos diariamente con la guía bondadosa de los ancianos y ancianas blancos que redirigen nuestra visión y nuestro corazón hacia el bien. Así podemos ir venciendo estos muros del rencor y vamos multiplicando la mirada y la actuación luminosa.

      Responder
  2. Juan

    Muy importante artículo. Vivimos la mayor parte del tiempo escondiendo el rencor, pero sutilmente se hace perceptible a los ojos de los prójimos porque ven nuestra actitud, nuestra indiferencia, desprecio, intolerancia, impaciencia…

    Sin borrar del todo este cáncer de nuestra sociedad no podremos crecer en el amor y en la bondad.

    Agradezco por tan profunda reflexión.

    Responder

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