El miedo a la muerte es el origen de todos los miedos. Provoca que el hombre se empequeñezca y minimiza el grandísimo potencial que encierra cada ser humano en su interior. Este miedo es como la cárcel que aprisiona nuestra alma y , pareciera que es imposible salirse de ella, es verdad, pero… ¡es posible!
Es posible liberarse de esta cárcel, de la cárcel del miedo. Y además es necesario, y es a lo que estamos llamados, porque la última verdad sobre la muerte es que NO EXISTE.
A lo largo de milenios se nos ha hecho creer a través de las religiones, de instituciones, movimientos, incluso del capitalismo… que la vida es única: existe una única vida, un único cuerpo, un único mundo, un único planeta, un único Dios…
“Único, solo Uno.”
Esta creencia hace que vivamos de manera desaforada, descontrolada, sin ningún tipo de control o de perspectivas más allá incluso de la vida en esta Tierra. Esto provoca mucho estrés y desasosiego en el alma. Es justamente lo que estamos viendo ahora en el mundo actual, que casi ya nada importa:
“No importa contaminar porque como yo voy a vivir 70 u 80 años pues no voy a ver cómo quedará el planeta para los que vienen detrás de mí”, o “no importa lo que haga conmigo mismo porque, total, voy a vivir solo una vida…”.
Y esta idea hace que caigamos en drogas, en alcohol, consumismo, obsesiones… en todo lo que va en contra de nuestra propia salud física y mental.
Pero, ¿Qué ocurriría si nos dijeran…? “Sois inmortales”. Seguro que empezaríamos a pensar que muchas de las cosas que hacemos… simplemente no las deberíamos hacer. Si vamos a vivir 1000 años o eternamente, el camino cambia. Probablemente no comenzaríamos ni siquiera a consumir drogas, o no empezaríamos a hacer muchas cosas de las que hacemos por esta creencia de que “la vida son 3 días”, “hay que vivirla a tope”, “probarlo todo porque solo son 3 días”, “venga, venga, más rápido que se te acaba la vida, te vas a morir”.
Todo cambiaría: Mis perspectivas de futuro y la percepción de las consecuencias de mis actos, también cambiarían.
Y esta idea de “rápido que se escapa el tiempo” es la que hace que la humanidad sea consumista, que todos seamos en algo descerebrados y que hagamos todo sin la conciencia de la inmortalidad. Cuando el alma sabe que es inmortal quiere que el camino cada vez sea mejor y de perfeccionamiento en el bien porque si escoge muchos caminos malos irá abriendo un infierno que no durará 70 u 80 años, sino una eternidad.
Por eso es tan importante que cada uno de nosotros y toda la humanidad comprendamos que somos inmortales. Esto es algo que profundamente cada uno de nosotros sabe y es por eso que buscamos en las religiones, en la new age, en libros de autoayuda…
Buscamos porque sabemos que no solo existe lo que nos venden los mass-media, hay algo más, ¡NO! ¡HAY MUCHO MÁS Y MEJOR! y la mayoría de las almas saben que la muerte no es el final y que esta vida no es tan auténtica. Además, poca gente cree en una única vida, un único planeta, una única existencia.
La Madre Divina, en una revelación, dio ocho llaves para la corrección del mundo y dijo: “La séptima llave estratégica para vencer el mal mundial es la fe en la inmortalidad del ser humano, de su espíritu y el alma, incluida la inmortalidad del cuerpo”.
¡Cuántos cuerpos hay que han quedado inmortales en la Tierra! Cuerpos de grandes hacedores de hazañas que, venciendo el mal interior, superaron el inicio de la descomposición física. Podemos conocer algunos que las instituciones de la Iglesia han cogido para sí, cuerpos incorruptos. Nosotros en vida podemos desprender mal olor, y por el contrario, hay cuerpos incorruptos que llegan a emanar fragancias, oliendo a azucenas, a rosas, a lirios.
Por eso una de las ocho llaves para la salvación del mundo es volver a confiar en que somos inmortales. “Los Inmortales” no es una película de Hollywood, es la realidad y el derecho del hombre, sólo por estar en este planeta. Porque así es como lo determinan los Estatutos del Buen Universum “ARTA”. Estas premisas hacen que se venza el miedo a la muerte. Al confiar en que somos inmortales recuperamos la conciencia de que vivo para crecer en el amor y después seguiré conociendo el Buen Universum con sus buenos seres y mundos como la Osa Mayor, Osa Menor, Casiopea… Es decir, tenemos la conciencia intergaláctica de nuestra alma. Es como quien emprende un viaje de turismo y pasa tres días en Paris, dos en Madrid, cinco en Barcelona… No importa tanto si son tres en Madrid o dos en Barcelona, importa que el itinerario de los lugares que recorramos sean de la Buena Providencia y buenos.
También sobre la muerte han hablado mucho grandes filósofos, pensadores, teólogos. Para los grandes ungidos el momento de la muerte como tal no tiene nada que ver con la muerte y no utilizan este término, sino que hablan de “estado de dormición” y “estado de despertar”. Al bajar a la Tierra despertamos aquí y dormimos en los cielos. Antes de volver a los cielos o a otros destinos, nos dormimos en la Tierra, entrando en un estado de dormición, y despertamos en otros destinos.
El cuerpo puede asemejarse al que cambia de coche después de unos años, el cuerpo es una carcasa que sirve para un determinado tiempo, como el coche. El alma junto con el buen Espíritu acumulado sirven de conductor. El miedo a la muerte prohíbe también el cambio del ser humano. Realmente cada persona tiene mucho anhelo de mejorarse, quiere ser más buena. Si la vida o su entorno le provocó profundos traumas, tiene muchos pensamientos de juicio, o tiene muchos pensamientos depresivos, obsesiones, incluso piensa: “me quiero morir” o “ya no puedo más”, “no lo soporto más”, quiere dejar de sufrir… ¡Tantas cosas atormentan interiormente a cada persona, pero cuán difícil y cuántos esfuerzos requieren los cambios!
Y lo que más obstaculiza en el camino espiritual para cambiar a mejor es el miedo a la muerte.
Cuando alguien nos corrige y nos dice, por ejemplo, “tienes orgullo”, o “mejor cambiar esto en ti”, “mejor vencer el egoísmo”,… la persona se resiste, se ofende… ¿por qué? por el miedo a la muerte. Porque cambiar, dejar de ser orgulloso, egoísta,… supone una pequeña muerte del ser vetusto, es dejar morir algo. Por eso nos es tan difícil cambiar. Porque tenemos mucho miedo a morir. Nosotros creemos que hemos formado algo, una personalidad con unas virtudes, con unos defectos, con unos atributos, con unas características y para que cambie esto, dejar morir a eso que nos acompañó durante tanto tiempo y creemos que es parte nuestra, no lo podemos casi permitir porque tenemos miedo a morir y no sabemos que cuando muere el ser vetusto nace una nueva alma, nace el alma desde lo alto. Por eso decíamos al principio que el miedo a la muerte es el origen de todos los miedos: miedo a que nos corrijan, miedo a ser juzgados, valorados, miedo a las enfermedades, miedo al sufrimiento…
Sufrir por amor a otros es algo que salva a la humanidad.
Cuando una madre sufre mucho por su hijo que está enfermo lo coge en su corazón, hace esfuerzos y sacrificios, deja toda su vida para salvar a su hijo. No tiene miedo a morir, tiene miedo a perder a su hijo, y este motor le hace vivir y tener más fuerza. Por ejemplo, está comprobado que en los campos de concentración los que más tiempo vivían eran los que se entregaban totalmente a salvar a otros, sin miedo a morir ellos mismos. En los campos de concentración los primeros que morían eran los que temían por su vida y de este modo morían rápido. Pero los que ayudaban, los que daban su última ropa de abrigo, los que daban su último cachito de pan eran los que más tiempo vivían, ¿por qué? porque eran los que tenían más fuerza interior, más espíritu para ayudar a otros, más fuego en el corazón.
Y este fuego interior de ayudar a otros y de servir a otros es el que da la vida, es el que sana, es el que da la inmunidad.
Por eso, cuando hay mucho miedo a la muerte – cómo ahora con el virus – tenemos miedo a morir, y entonces sale todo lo malo del ser humano: el egoísmo, porque inevitablemente creemos que nos tenemos que hacer egoístas para no morir. Por eso vamos corriendo a los supermercados, los vaciamos de todo, toda la comida la cogemos para nosotros mismos y la familia…sin pensar que detrás de nosotros venía alguien también a comprar naranjas, o verdura, o a comprar leche… Pero lo justificamos: “como yo tengo mucho miedo a la muerte y mucho miedo a morir compro todo para mí y no dejo nada para los demás.”
Quien tiene mucho miedo a morir puede incluso hacer cosas incontrolables, puede comportarse violentamente, puede por un trozo de pan herir a otro, puede incluso llegar a matar a otros… ¿por qué? porque tiene miedo a la muerte. Quien no tiene miedo a morir y tiene la paz en el corazón es libre, es altruista, es generoso y está unido a toda la humanidad. No solo ve su propia existencia y la de sus cercanos o familiares, sino que está unido a toda la humanidad, al deseo de que sobreviva y se salve toda la humanidad. Y serán estas personas las que más tiempo vivirán, porque tendrán la fuerza y el fuego del Espíritu Clarosanto, del Espíritu de lo alto que fortalece siempre para ayudar a otros y que convierte nuestra vida en eterna, en inmortal.
El miedo a la muerte está muy unido al cuerpo, a la carne como tal.
El hombre siente que lo que va a morir es el cuerpo, la carne… y él que está dentro de esta carne también morirá. Todo a nuestro alrededor está destinado a cultivar el culto al cuerpo a través de un fuertísimo culto a la estética, la comida, gula, ocio…. Todo está destinado a la carne. Y la carne, el cuerpo como tal ¿qué quiere? quiere dormir, quiere comer y quiere los placeres. El placer sexual, el ocultismo a través de internet o placer físico a través de experiencias, a través del alcohol, incluso a través de la música que despierta la euforia, las bajas vibraciones emocionales…..En esta vida estamos consagrados a este culto al cuerpo a través de la búsqueda de placer y así estamos alimentando mucho la dimensión del cuerpo que es precisamente donde vive el miedo a la muerte, donde está la posible muerte.
Por eso, cuanto más cultivemos esto y más pegada esté el alma al cuerpo más siente el shock, incluso en el momento del tránsito. La gente muy pegada al cuerpo cuando sale de este ya no sabe dónde ir, están desorientados, desconfiados y no conocen otros destinos, ni otros mundos, quieren quedarse pero no pueden, porque su destino es otro que la Providencia preparó pero no pueden aceptar porque tiene miedo a lo desconocido. Hay que vivir en la tierra como un alma eterna, no como un cuerpo. De este modo muchos misterios se revelarán y se abrirán los castillos interiores, los tesoros internos que nos avisan de lo hermoso y grande que es el universo.
Por eso no tiene frutos ni sentido dedicar tanto tiempo y dinero al culto del cuerpo, porque hay que saber que eso nos desvía de lo más importante, prestar atención a la vida y destino de nuestra alma en este mundo. Es importante comprender que es bien y que es mal y el culto al cuerpo es el mal, porque el alma continúa en el sueño mundano de los placeres y tentaciones y cuando llegan los años de edad avanzada la situación respecto al miedo a la muerte empeora con creces.
Hay que cultivar quienes somos realmente, el alma. Alimentar lo que fortalece el alma, nada más. Y las personas que no están tan fijadas en el cuerpo son las personas más alegres, las que son libres. Son libres porque no se han sometido a la dictadura del cuerpo.
El cuerpo es un dictador terrible: “Quiero comer”, y nos obliga a comer, “Quiero dormir” y obliga a dormir, “Quiero placer” y nos obliga. Todo es impuesto como una adicción. Comemos como una adicción. Dormimos como adicción. Tenemos placeres todos adictivos. Es decir, como si el cuerpo fuera un caballo desbocado, un dictador, un controlador del alma y el alma como esclava del cuerpo, totalmente sometida a las órdenes que da este cuerpo loco.
Por eso hay que invertir esto. El cuerpo tiene que ser el caballo del alma y el jinete tiene que controlar al caballo, no el caballo como loco trotando y el jinete encima dando botes sin saber el rumbo ni a dónde va, si va a caer o no, si va a caer en una trampa, en un cepo y haciendo la voluntad de su caballo en cada momento. Por eso es muy buena práctica cultivar la salud física pero no obedecer a las adicciones que ordena el cuerpo, desapareciendo así el miedo a la muerte.
Porque si somos libres del apego a nuestro cuerpo, muchos miedos desaparecen. Desaparecen complejos, desaparecen neurosis.
Cuánta gente tiene dificultades para relacionarse con otros por complejos, “Porque tengo las orejas grandes”, “porque estoy gordita”, “porque soy bizca”… Y este complejo por el cuerpo nos prohíbe tener relaciones fraternales y alegres.
El cuerpo es simplemente un instrumento. Como un carpintero que tiene sus llaves de carpintería y las cuida mucho, les pone aceite para que no se oxiden, pero lo importante es el carpintero, no las herramientas. Es importante cuidar mucho el cuerpo para que tenga salud, para que esté fuerte para servir y ayudar a otros, para acumular fuerza celestial que da el impulso y el aliento de la vida. Y no al contrario, no cultivar una carne perecedera que te va a esclavizar. Porque si yo cultivo algo que está destinado a morir, yo me entrego a este destino, pero si yo cultivo algo que está destinado a vivir eternamente, yo viviré eternamente. Como el alma, el alma va a vivir eternamente, y si yo alimento esto entro en la vida eterna.
Es un tema muy hermoso para profundizar, para que todos veamos y cortemos estos lazos que nos sujetan a la muerte y que nos encierran en el miedo. Hay que tener la esperanza y la alegría de lo que dice la Madre Divina:
“Tened fe en la inmortalidad del ser humano. El ser humano es inmortal”
Saber esto otorga una grandísima fuerza y esperanza. Pero miremos a nuestro alrededor: todo este sistema está hecho para minimizar la conciencia del hombre de que es inmortal, para empequeñecer su potencial y que olvidemos quienes somos verdaderamente.
Un anciano sabio dijo: “la muerte no existe porque cuando vivimos estamos vivos y cuando morimos nos transustanciamos” es un cambio de dimensión, es otro orden del ideal de la vida inmortal del alma.
Qué felicidad es irse y no separarse nunca, decir hasta la vista.
No hay muerte, hay dormición y transusbtanciación
Recatamos de un antiguo texto anónimo de Hiperbórea la siguiente tesis: “la muerte es segura para los nacidos igual que el nacimiento es seguro para los muertos”.
Por eso ante la situación que vivimos se definen dos actitudes:
1) Una es el miedo, el temor que invade y que roba la inmunidad y la paz espiritual.
2) La otra actitud es optar por los dones inmaculados de nuestra alma. Estos dones son imperecederos y son la herencia impresa en nuestro corazón espiritual por los Padre y Madre Solares Divinos.
¡Juntos vamos a vencer,
unidos venceremos!
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